Apago la luz, cierro con fuerza los ojos y evoco la niña que
fui. Aquella cabaña en el bosque. Las pupilas fosforescentes detrás de los castaños o de los abetos.
¡El hombre del saco, que viene el hombre del saco! Jugábamos a ser magos en la
medianoche y despertábamos envueltos por la neblina, tiritando de frío y con la
decepción apretándonos el pecho. Así, un otoño tras otro, se fueron
desvaneciendo las incertidumbres. Inés y los demás no supieron ponerle parches
a la luna, y yo, aunque necesito envolverme de lluvia cada madrugada, he
borrado demasiado rápido el olor de las luciérnagas.
Yo pongo la letra, tú añades la música. LOS "SOBRESALTOS" ACUDEN A LA CITA SIN PREVIO AVISO; ALLANAN EL CAMINO HACIA LA CALLE DE LA FANTASÍA. JUSTO EN PLENO CORAZÓN.
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4 comentarios:
Nostalgia, añoranza... Un precioso relato, que transmite mucho en tan pocas palabras.
Besotes!!!
El tiempo es implacable con la magia, con la inocencia, la imaginación desbordante acaba encauzada en límites más o menos estrechos, pero si conseguimos mantenerla la luz de las luciérnagas nos contará historias nuevas y excitantes.
Besos
Que bonito Koncha, vale la pena recordar estos momentos, sigue escribiendo sobre la luz de las luciérnagas.
Un beso y un ronroneo a Kafeto de parte de Luna.
La luz de las luciérnagas nunca desaparecerá de Desde Vallekas, hermana. Nació sin interruptor.
Muases...
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