ojos


jueves, 18 de diciembre de 2008

"TIMBALES Y CLARINES"

Doctorado en arte y señorío (allá por los años 40) Antonio Mejías (Bienvenida) muestra a diario su sonrisa a los curiosos y frecuentes visitantes que circundan por los aledaños de la plaza de toros de Las Ventas. Desde su busto de bronce, acompaña en triunfos y puertas grandes a sus compañeros del siglo XXI. Cuentan las crónicas que su negativa a torear, mano a mano con su hermano Pepe, les llevó derechitos al calabozo el día que debía haber tomado la alternativa. La afición venteña se quedó boquiabierta. ¡Bienvenida daba la espantá! Tan sólo media verdad, como canta un verso de Machado. Antonio prometió hacerse matador de toros en Madrid con la divisa de Miura y eso no pudo llevarse a cabo en la fecha señalada al inutilizarse varios de los toros elegidos para ese acontecimiento. Siguen contando las crónicas que cuatro días más tarde, el 9 de abril de 1942, Pepe y Antonio salieron de la oscuridad y el silencio de cuatro paredes desnudas decididos a comerse el mundo sobre el albero. ¡Y Antonio se lo comió! Y Madrid lo presenció. Clarines y timbales lo han venido anunciando a lo largo de treinta y dos temporadas. La elegancia, la hondura, el garbo, la suavidad, el embeleso… son calificativos que llevan el sello Bienvenida. Arte verde esmeralda y oro. Poemas en el aire. Galleos con rima consonante y recortes con sabor a romancero. Y Madrid lo presenció. Entre abaniqueos y sonrisas, el ruedo de la calle de Alcalá aún guarda en su retina faenas memorables, locuras colectivas de esas que prenden corazón a corazón a cada uno de los tendidos que acompañan con sus olés la obra de arte que se va creando sobre la arena. ¡Aquellos tres pases cambiados del novillero Bienvenida! Más de cien tardes dan para muchas emociones, y Madrid se rindió a la quintaesencia del arte de torear como la historia se rinde ante sus protagonistas más aclamados.- Si a Lorca le hubieran dejado escribir ese último verso, habría dibujado hondos poemas en el aire; romances sevillanos con sabor a giraldillas, cuarteos por endecasílabos y chicuelinas a pies juntos frente al tendido 7, y un natural ligado a otros tres, y un par al alimón frente a la Puerta Grande. Pero el tiempo se acabó, sin traje de luces, en un otoño madrileño, allá por el año 1975.

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